Calle de los Irlandeses: el escondite de los perseguidos por los ingleses

La calle de los Irlandeses es un lugar que pasa desapercibido en el callejero de Madrid. Sin embargo, tiene una curiosa historia a sus espaldas. En este espigado callejón se cobijaban los seminaristas irlandeses católicos perseguidos por los ingleses. La protección de Felipe II fue clave para sobrevivir y prosperar.

La calle de los Irlandeses, en el madrileño barrio de La Latina, une la calle de Mediodía Chica y la calle del Humilladero. Un callejón que permanece escondido a la vista del público y sin, aparentemente, grandes atractivos. Sin embargo, si echamos la vista atrás nos encontramos con que estos apenas cincuenta metros de calle esconden una gran historia a sus espaldas. 

Quien espere encontrar en este callejón el típico ambiente irlandés, lleno de pubs y alboroto, se llevará una decepción. Se trata de una callejuela tranquila. Aquí el único trajín que se observa es el de los vecinos que viven en esta calle o el de quienes la utilizan para llegar de una parte a otra del barrio.

El escondite de los clérigos irlandeses

Sin embargo, no siempre fue un lugar tan tranquilo como hoy parece. El nombre original de la calle fue San Gregorio. Posteriormente, la nomenclatura se cambió después de que estallaran las revueltas, tanto civiles como religiosas, que se vivieron en Irlanda en el siglo XVII. Este clima de inestabilidad provocó que muchos de los clérigos irlandeses se desplazaran hasta nuestro país. Se establecieron en esta zona y la calle comenzó a conocerse como la de los irlandeses.

En 1635 los irlandeses levantaron en esta calle un pequeño oratorio.Después llegaría el hospital situado en la calle del Humilladero, el colegio de San Patricio de los Irlandeses  y la iglesia con advocación al santo, que terminaría destrozada durante la Guerra Civil.

Colegio de San Patricio

Isabel de Inglaterra redactó en 1571 una bula de excomunión de los católicos irlandeses, lo que motivó que los seminaristas tuvieran que exiliarse a algunos países europeos, entre ellos España.  

En 1590, Felipe II atiende la petición de Fray Buenaventura Naftin y proporciona ayuda a 24 seminaristas irlandeses que veían imposible continuar su formación en Irlanda. El Colegio de los Irlandeses de Madrid comienza a tomar forma cuando el rey, enemigo confeso de Isabel de Inglaterra, otorga 100 ducados por año para que los seminaristas pudieran establecerse en la Corte. 

Retrato de Felipe II
Buena marcha de las instituciones

El Colegio de Patricio fue fundado oficialmente el 2 de abril de 1629 por Theobald Stapleton con el fin de acoger a los seminaristas irlandeses católicos que eran perseguidos por la Monarquía inglesa. Una vez que completaran su formación, el objetivo era hacerles regresar de nuevo a su país para extender la Palabra de Dios. En esa primera etapa, el Colegio tenía capacidad para formar a entre 10 y 20 seminaristas. Se convirtió así en la primera institución de los seis colegios fundados por los irlandeses y destinados a este fin. 

En 1651 Cromwell expulsa a más de mil sacerdotes católicos irlandeses. La mayoría se asientan en España por la buena acogida de la monarquía. Cinco años después, se colocaba un órgano en la iglesia de San Patricio. Los vecinos lo interpretaron como lo que era: una señal de la buena marcha del Colegio.

Desaparición y leyenda

Ya en el siglo XVIII los Borbones siguieron manteniendo una buena sintonía con los irlandeses afincados en España. El Colegio de los Irlandeses en Madrid tuvo una historia de más de 300 años en la capital. Fue una institución nacida de un conflicto y que acabó con otro, cuando la Iglesia fue saqueada durante la Guerra Civil, entre 1937 y 1938. 

La única mancha que tuvieron las instituciones irlandesas en la capital tuvieron como origen las habladurías de los vecinos. No se sabe si por recelo o envidia, pero en Madrid se corrió la voz de que, en la Calle de los Irlandeses, los extranjeros afincados en la ciudad traficaban con niños. Un hecho que, lejos de ser contrastado, parece más cercano a la leyenda y a la invención que a la realidad. 

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