El Colegio de San Ildefonso, con más de 400 años de existencia, es la institución dedicada a la infancia más antigua de Madrid. Sus alumnos participan en los sorteos de la Lotería desde 1771 pero, lejos de aferrarse a la tradición, el centro ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos.
El Colegio de San Ildefonso es una institución centenaria. Los historiadores sitúan su nacimiento en el reinado de los Reyes Católicos, hacia finales del siglo XV. Sin embargo, el centro nace como tal cuando en 1543 Carlos V concedió una Real Cédula que dotaba al centro de los recursos necesarios para atender a niños huérfanos. El objetivo era hacer frente a las necesidades de los pequeños de entre siete y nueve años, que muchas veces se habían quedado sin familia como consecuencia de la peste o las epidemias que asolaban la ciudad.

Su primer emplazamiento fue en el número 3 de la Carrera de San Francisco, aunque en 1884 se traslada al número 1 de la calle de Alfonso VI, a una de las casas que habían sido propiedad del marqués de Benalúa, en pleno barrio de La Latina.
Una educación avanzada
Existen documentos del siglo XVI en los que se hace referencia al Colegio de San Ildefonso que en un primer momento tuvo el nombre de ‘Colegio de los Niños de la Doctrina’. Pese a lo que pudiera parecer, la formación que se ofrecía en la institución estaba muy por delante de la impartida en la época. En el siglo XIX, los alumnos estudiaban materias avanzadas y modernas para la época, como solfeo, dibujo, esgrima, mecanografía o taquigrafía.

A lo largo de los siglos el colegio de San Ildefonso ha sufrido varias reformas. La última, en 1988, consistió en la renovación del edificio y la dotación de medios para que la institución pudiera seguir con los fines con la que fue creada en el siglo XV. Y aunque el centro ha tenido intentos frustrados de cierre, lo cierto es que el empeño de padres y docentes ha permitido que todavía siga ofreciendo una educación rica en valores a los chicos que allí estudian.
Adaptación a los nuevos tiempos
Aunque antiguamente el colegio de San Ildefonso era exclusivamente un internado para chicos, a finales de los años 60 se permitió la entrada de alumnos externos y en 1981 se admitían a las primeras alumnas. A finales de los años 90 el centro se dividió en dos instituciones diferentes que, sin embargo, comparten sede: la residencia-internado, dependiente del Ayuntamiento de Madrid, y el colegio público, que pertenece a la Comunidad de Madrid.
Si por algo tiene fama el Colegio de San Ildefonso es por la participación de sus alumnos en el sorteo de la Lotería de Navidad. El primer sorteo en el que tomaron parte fue en 1771, bajo el reinado de Carlos III. Diego López, de siete años, fue el primer niño que sacó y cantó un número premiado. Entonces el sorteo se hacía con los ojos vendados. El niño lo único que tenía que hacer era sacar un papel de la urna y cantarlo en voz alta.
Un sorteo cantado
¿Y por qué se canta este sorteo? Dicen los entendidos que antiguamente las lecciones, tanto de geografía como de matemáticas, se aprendían cantando. Los niños recorrían las calles de la capital mostrando sus habilidades y la gente les daba dinero. Además, en muchas ocasiones les contrataban para cantar en entierros y actos públicos. De ahí que se les ofreciera cantar la Lotería a cambio de una propina.

Antiguamente los niños que entraban en la residencia estaban huérfanos. En ocasiones, para ingresar en la institución el pequeño tenía que contar con la recomendación de alguna personalidad importante, como la de un obispo. Sin embargo, desde 1980 esto ya no ocurre y el internado acoge a pequeños con todo tipo de situaciones familiares.
De hecho, el perfil de los chicos que participan en la Lotería de Navidad es múltiple, al igual que ha ido evolucionando el sorteo de la Lotería. En 1913 se prescindió del papel y se introdujo el sistema de bombos y bolitas de madera de boj. La primera niña que cantó la lotería fue Mónica Rodríguez, en 1984. Hoy, es común ver a niños de diferentes nacionalidades cada 22 de diciembre.Colegio de San Ildefonso

Dos meses de ensayo
A los niños se les empareja por timbres de voz parecidos y se les entrena desde dos meses antes del sorteo de Navidad. Dos día por semana y media hora cada día es suficiente para adquirir la habilidad necesaria que se requiere para cantar el número mientras se está cogiendo la siguiente bola, que hay que girar casi 180 grados para una correcta lectura. Un acto que, aunque parece fácil exige una gran coordinación.

Como curiosidad, el 22 de diciembre de 1975, un mes después de la muerte de Franco, los niños recibieron la orden de no cantar con la alegría correspondiente. “Nos ordenaron hacerlo con seriedad y tristeza”, recuerdan algunos participantes en el sorteo.
En cuanto a los niños que tienen la fortuna de cantar los premios más altos, la institución no facilita el contacto entre los agraciados y los pequeños, pero en ocasiones los afortunados les hacen regalos. Un reloj, una tablet o incluso un vale de compra en unos grandes almacenes son los regalos más comunes, aunque ha habido años que nadie se ha acordado que ellos fueron los que sacaron la bola y cantaron el número de la suerte.