15A finales de los años 80 aparecieron emparedados los cuerpos de dos prostitutas en el Mesón del Lobo Feroz. Poco después, la policía detenía al autor de los asesinatos, cerrando una de las páginas de la crónica negra de La Latina
Los crímenes del Mesón del Lobo Feroz, en el número 9 de la calle de Luciente, forman parte de la crónica negra de La Latina. En enero de 1989, dos obreros comenzaron a picar el muro del mesón. Había cambiado de propietario y el nuevo dueño tenía pensado hacer reformas en el inmueble.
Al primer golpe de piqueta los trabajadores observaron que la pared estaba hueca. Uno de ellos se asomó aagujero y, espantado, descubrió un cuerpo en avanzado estado de descomposición. Cuando llegó la Policía se encontró otro cuerpo en similares circunstancias. Eran dos mujeres, desnudas de cintura para abajo. Llevaban emparedadas desde hacía año y medio. Ocultas tras bloques de yeso y ladrillo.
Investigación policial
El objetivo de la Policía estaba claro. Descubrir a un asesino en serie, capaz de matar y emparedar a sus víctimas. Lo primero que hicieron los agentes fue investigar la historia del establecimiento. El local había pertenecido al subcomisario de policía Cándido Morales, quien durante años lo alquiló a sucesivos propietarios. El último fue Santiago S.J.P., un tipo de 31 años, hosco, huraño y alcohólico
Santiago había nacido en Madrid. Tras acabar el servicio militar y después de haber trabajado como delineante e intentado ser marino, se enroló en la Legión. De ahí que fuera conocido con el nombre de El Legionario, a pesar de haber sido expulsado del Cuerpo por sus problemas psiquiátricos.

Santiago regresó a vivir con su madre, con la que no se llevaba bien. Fue ella quien le alquiló un mesón para que hiciera algo de provecho en la vida. Al principio lo regentó junto con su hermano. Pero pronto se quedó solo. Sin su socio y sin los clientes, que fueron desapareciendo, cansados de sus malas formas.
Un primer apuñalamiento
El 22 de diciembre de 1987, Araceli F. trabajaba como prostituta en la calle de la Cruz. Santiago se acercó a ella y le prometió 5.000 pesetas y pagarle el taxi de vuelta a cambio de mantener relaciones sexuales en el mesón que regentaba. Ella aceptó.
Una vez en el inmueble, él la atacó con un enorme cuchillo jamonero de 25 centímetros. Le hizo cortes en la cara y en las manos, e intentó estrangularla. Una vecina, alertada por los gritos, avisó a la Policía, quien entró en el local y presenció la escena. Ambos fueron trasladados a los calabozos por ofrecer versiones diferentes. Él argumentaba que la mujer había entrado a robarle. Ella contó la verdad a los agentes y al juez. Sorprendentemente, Santiago fue puesto en libertad sin cargos y se archivó el asunto.
Dos crímenes consumados
A finales de agosto de ese mismo año la historia se repetiría. Santiago, en estado de embriaguez, se dirigió a la calle de la Cruz. Allí encontró a María Luz V., una joven prostituta de 22 años y madre de dos hijos. La llevó a su mesón y tras una violenta discusión la mató asestándola varias puñaladas.
Una vez muerta la joven, cubrió su cuerpo con una tela de arpillera. Al día siguiente bajó el cadáver al sótano. Después, lo emparedó utilizando una capa de yeso, aprovechando que habían sobrado dos sacos de una antigua obra. Para disimular el improvisado muro colocó algunas cajas de cervezas junto a la pared. Y se olvidó del asunto.
Mes y medio después, el 12 de octubre, fue a buscar a una nueva víctima a la calle de la Cruz. En esta ocasión fue una prostituta a las que algunos llamaban Teresa y otros afirmaban que se llamaba Josefa. La mató a cuchilladas en el mesón y después, completamente borracho, perdió la consciencia. Cuando se despertó la emparedó y después limpió el suelo con lejía. La víctima nunca fue reclamada por nadie.
Condena y buen comportamiento
Cuando el propietario del mesón El Lobo Feroz decidió venderlo, Santiago no opuso resistencia. Se fue dejando en el inmueble sus macabros crímenes. Tras descubrirlos la Policía, fue detenido y puesto a disposición judicial.
El juicio se celebró en la Audiencia Provincial de Madrid. El abogado de Santiago intentó utilizar la bebida como atenuante y el acusado fingió un ataque de amnesia, para después terminar por confesar sus crímenes.
Los psiquiatras le definieron como un sádico. Un potencial asesino en serie, con un inmenso odio hacia las mujeres. El forense García-Andrade determinó que tenía una personalidad sumamente peligrosa y advirtió de la posibilidad de que volviera a repetir sus crímenes. Y aunque el fiscal reconoció una esquizofrenia paranoide agravada por problemas de alcoholismo, se consideró que su psicopatía no podía disminuir su responsabilidad penal. Fue condenado a 72 años de prisión.
Prisión y puesta en libertad
Santiago fue ingresado en el penal de Herrera de la Mancha, en Ciudad Real. Allí comenzó a estudiar Bachillerato y trabajó en la biblioteca de la cárcel. Su buena conducta hizo que se le redujera la condena notablemente. Solo cumplió 15 años de prisión por dos crímenes, un tercero en grado de tentativa e inhumación ilegal.
En el año 2004 el fue puesto en libertad y se marchó a vivir a Málaga. De él se sabe que consiguió un empleo como vigilante de seguridad en un centro comercial. Desde entonces, no consta que haya vuelto a delinquir. La vida del asesino del Mesón del Lobo Feroz ha dejado de ser pública, pero sus actos han quedado para siempre inscritos en la crónica negra de La Latina