El taller de un luthier llena de música el barrio de La Latina

En el madrileño barrio de La Latina se encuentra el taller de Fernando Sánchez, un luthier que hizo del amor por la música su forma de vida a través de un oficio milenario.

En todas las épocas ha habido artesanos que realizaban y reparaban instrumentos musicales. Los luthiers continúan existiendo hoy en día, siguiendo el legado de un oficio plenamente artesanal. Fernando Sánchez es uno de ellos. Su pequeño taller de luthier en La Latina, es el lugar donde pasa horas y horas. Allí construye o repara violines, violas y violonchelos. Y también arcos, un accesorio tan importante como el propio instrumento.

Luthier en La Latina
Un oficio en auge

Fernando nació en Toro (Zamora). Tras estudiar música en los conservatorios de Valladolid y Madrid, pasó a formar parte de algunas orquestas y grupos de cámara como violinista. Sin embargo, pronto descubre el mundo de la luthería y se queda enamorado de la profesión. 

En el año 1992, en España no había formación para ser luthier y decide marcharse a Francia para aprender el oficio de la mano de Roger Lanne y más tarde con Alain Herou. “Simplemente descubrí mi auténtica vocación”, cuenta con una sonrisa. 

Al contrario de lo que ocurre con otros oficios tradicionales, actualmente el oficio de luthier se está recuperando. En los años 90 tan solo había tres o cuatro luthiers en Madrid pero hoy en día podemos encontrar algo más de una quincena y una importante escuela en Bilbao. “Existe mucha información en Internet. Cuando yo empecé costaba mucho encontrar a alguien que pudiera guiar tus pasos”, cuenta Fernando.

Luthier en La Latina
Materiales y técnicas

El taller de un luthier es un lugar mágico para los ojos de alguien que no este dentro del oficio. En el pequeño comercio de Fernando cuelgan violines de las paredes, entremezclados con otros instrumentos y todo tipo de herramientas. “Es un oficio muy solitario. Pasas horas trabajando y hay que hacerlo con sumo cuidado. Imagínate lo que es meter la pata con un instrumento al que le has dedicado tanto tiempo en uno de los procesos finales”, comenta.

Para construir un instrumento hoy en día se utilizan los mismos materiales e idénticas técnicas que hace siglos. “Utilizo cola de origen animal, madera de arce de los Cárpatos o de abeto de los Alpes, maderas exóticas como el ébano y un barniz de elaboración propia, a base de resinas y aceites. Aunque hoy en día usamos pequeñas herramientas, todo el proceso es manual. Inviertes muchas horas pero el resultado merece la pena”, señala, enseñándonos uno de sus violines.

Lutiher barrio de La Latina
Otros servicios del luthier

Además de construir instrumentos, el luthier también los repara cuando es necesario. “Cuando un instrumento pasa mucho tiempo en manos de un músico inevitablemente se deteriora por el uso y hay que restaurarlo. También ocurren accidentes. Para eso estamos nosotros”.

Por el taller del luthier han pasado niños que hoy son músicos profesionales o profesores. “Los he visto de pequeños y hoy tienen una carrera ligada a la música, y para mí es un orgullo”, señala. 

Luthier en La Latina

Para todos los padres que tienen hijos que tocan instrumentos, Fernando ofrece un servicio de venta con opción de cambio. “Los instrumentos son como los zapatos. A medida que el niño crece hay que cambiarlos por otros más grandes. Este servicio ayuda a los padres a no dejarse un dineral y fomenta que el niño siga tocando y pueda acceder a instrumentos cada vez mejores”, señala el luthier. 

Lutiher barrio de La Latina

Además de desarrollar su oficio, Fernando colabora regularmente con conservatorios y escuelas de música. Sus charlas sobre la construcción del violín, sus cuidados y su mantenimiento resultan de especial interés para los músicos. 

 

Luthier en La Latina

Tras haber pasado por diferentes ubicaciones en Madrid y Salamanca, el taller de Fernando se ha asentado definitivamente en el número 12 de la calle del Águila. “Me encanta estar en La Latina. Es como un pequeño pueblo en medio de la vorágine de Madrid”, comenta mientras sale a despedirnos a la puerta de su taller. Del vidrio cuelga un único letrero que lo resume todo: ‘Luthier’.

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