De cuando la calle de Alfonso VI era conocida como la del Aguardiente

La calle de Alfonso VI no siempre se llamó así. Antiguamente fue conocida como San Isidro y posteriormente como la calle del Aguardiente. No resulta difícil imaginar que el alcohol tiene algo que ver con el nombre. Hay, sin embargo, varias teorías de por qué llegó a tener esta denominación.

La calle de Alfonso VI une la Costanilla de San Andrés y la Plaza del Alamillo. Un rincón tradicional, en pleno barrio de La Latina, que nos evoca al Madrid de hace siglos. Estamos hablando de una vía empinada y llena de encanto, que no siempre se llamó así.

Si nos fijamos en el plano de Teixeira, en la mitad del siglo XVII, observamos que esta calle aparece sin denominación. Sin embargo, en el plano de Espinosa la vía recibe el nombre de San Isidro, denominación que fue usada hasta 1833. Como curiosidad, no era la primera calle de Madrid que tenía el nombre del santo. Entonces era habitual que dos o incluso tres vías se llamaran de la misma manera.

Quizá fuera para evitar confusiones por lo que la calle pasó a denominarse del Aguardiente hacia 1834. Posteriormente, en la segunda mitad del siglo XIX, los vecinos solicitaron que la vía tuviera el nombre de Alfonso VI, en honor al rey Alfonso VI de León. Consiguieron su propósito y desde entonces la calle se llama así.

La leyenda delaguardiente

La leyenda popular dice que calle del Aguardiente tiene este nombre porque aquí se vendía este licor. Al parecer, eran muchos los cristianos que hasta aquí se acercaban para beberlo. Cuando coincidían con musulmanes del arrabal, que haciendo caso omiso a su religión acudían a este punto por el mismo motivo, las peleas eran continuas. 

La leyenda también hace alusión al hidalgo Luján de la Rosa, llamado así por tener una mejilla siempre sonrosada. Según dicen, su casa estaba muy próxima al punto donde cada noche se organizaban peleas. Por ese motivo pidió al ayuntamiento de la villa que se vendiese aguardiente en otro lugar. Se le hizo caso, pero en la memoria popular la calle ya era conocida como la del Aguardiente.

Esta leyenda, apoyada por Antonio de Capmany, no resulta creíble a ojos de Hilario Peñasco de la Puente y Carlos Cambronero. Según estos historiadores era muy poco probable que los musulmanes se saltaran sus preceptos religiosos. A cambio, afirman que la denominación de Aguardiente pudiera proceder de algún depósito de esta bebida situado en esta calle entre finales del siglo XVIII y principios del XIX.

El nombre de Alfonso VI

Independientemente del origen de su nombre, lo que sí parece probado es que fueron los vecinos los que solicitaron, en 1878, que la calle se llamara de Alfonso VI. De esa manera se pretendía hacer un homenaje a este monarca, que reinó desde 1065 hasta su muerte en Toledo 1109. Fue él quien conquistó la villa en 1083 como paso previo a la toma de Toledo, ocurrida unos años después.

Cuadro Ramón Cortés de Alfonso VI

Alfonso VI fue uno de los príncipes castellanos con más interés de la Edad Media. Era hijo de don Fernando I el Grande y de doña Sancha. Recibió el reino de León en el reparto que su padre hizo antes de morir. Sin embargo, fue su propio hermano, don Sancho, el que le despojó de su corona. Se supone que por esta calle pasó Alfonso VI, ya como vencedor cristiano y de ahí que la vía tomara su nombre.

Un edificio con historia

En el número 1 de la calle de Alfonso VI, esquina con la calle de Redondilla, se encontraba el palacio de don Beltrán de la Cueva. Hoy, el edificio está ocupado por el colegio de San Ildefonso de Niños de la Doctrina, del que se desconoce su año de fundación, aunque los cronistas afirman que podría tratarse del siglo XV. El Ayuntamiento de Madrid siempre se encargó de su administración. 

El colegio llegó hasta la calle de Alfonso VI después de que el Ayuntamiento concediera su traslado en 1884 desde la carrera de San Francisco, al encontrarse en ruinas el edificio que albergaba el centro. Hasta que el nuevo inmueble estuvo terminado el Ayuntamiento entregó a los niños con sus familias, con una pensión diaria de una peseta por día y niño. 

El propio Ayuntamiento fue el encargado de construir el edificio donde el colegio se haya actualmente. En 1884 regresaron los 70 alumnos que tenía el centro para aprender a leer, escribir y contar. Posteriormente se incorporaron otras materias de estudio, como la música, la taquigrafía y la gimnasia. Hoy, el centro sigue funcionando a pleno rendimiento. 

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