La Calle del Almendro, donde los niños juegan a la sombra de la antigua muralla

En la calle del Almendro, pasado y futuro conviven con total naturalidad. Entre sus secretos mejor guardados se encuentra la antigua muralla cristiana. Y en su apuesta de futuro, el parque que los vecinos han ganado para el disfrute de los niños y mayores del barrio de La Latina. 

La calle del Almendro une la Cava Baja con la plaza del Humilladero. Si queremos indagar en sus orígenes tenemos que remontarnos al plano de Teixeira, de 1656, donde ya aparece con esta denominación. También se encuentra en el plano de Espinosa, de 1769, y en el de Coello y Madoz, de 1849. Por entonces, la calle del Almendro iba desde la plaza de San Andrés hasta la calle del Nuncio, mientras que en los planos topográficos de 1866 encontramos que se prolongaba hasta la Cava.

Calle del Almendro Madrid
Origen de su nombre

En el espacio que ocupa hoy la calle del Almendro, en el barrio de La Latina, se encontraba antiguamente el jardín de la casa de Rodrigo de Vargas, uno de los descendientes de Juan de Vargas. Cuando este espacio verde pasa a convertirse en una calle pública se talaron los almendros existentes en el jardín, conservándose tan solo ejemplar. 

De este árbol solo tenemos constancia, ya que el Marqués de Grafal, corregidor de la Villa en el siglo XVI, lo mandó arrancar al dificultar el paso por la vía. Años más tarde, el alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván  mandó plantar más almendros. Suponemos que para hacer justicia a su nombre.

Calle del Almendro Madrid
Antiguo trazado

Antiguamente la calle del Almendro formaba parte de una manzana que comenzaba a numerarse en Puerta Cerrada y continuaba por la Cava Baja de San Francisco, hoy Cava Baja. Seguía con su numeración a través de la calle del Almendro y por la del Nuncio, para llegar nuevamente a Puerta Cerrada. 

En el siglo XV, la calle transcurría siguiendo el trazado de la muralla, construida entre los siglos XI y XII, cuando la villa pasó a la Corona de Castilla. La muralla servía de apoyo a las casas que se iban construyendo, quedando la calle del Almendro por dentro de los muros y la Cava Baja como foso en el exterior. 

Encanto y misterio

La calle del Almendro siempre ha despertado la curiosidad de los madrileños. Benito Pérez Galdós, en ‘El doctor Centeno’, la consideraba “el rincón más interesante quizás de este Madrid que tantas curiosidades encierra”. En otra de sus obras también hace alusión a la vía, afirmando que “la calle del Almendro tuvo siempre para mí un encanto y un misterio indefinibles”. 

Calle del Almendro Madrid

La calle ha acogido a tiendas de artesanía y música, tabernas, y almacenes de hierro y ferretería. Y también ha escondido algunos secretos entre sus viviendas. Al derribarse las fincas de los números 15 y 17 quedaron visibles 16 metros de la muralla cristiana. Un legado histórico de incalculable valor.

Un parque para los vecinos

Hoy, la calle del Almendro es totalmente diferente a la que fue antaño. Desde la década de los 90 los vecinos se acostumbraron a ver el solar existente a la altura de Almendro 3 y Cava Baja 22. Tras una excavación arqueológica que sacó a la luz cerámicas musulmanas de los siglos X y XI, este espacio llevaba más de treinta años cerrado y tapiado. 

Calle del Almendro Madrid

En un barrio esencialmente urbano, donde faltan espacios para niños y mayores, los vecinos propusieron que la zona fuera rehabilitada para uso comunitario. A finales de 2015 el Ayuntamiento abrió un proceso participativo para que vecinos y AMPAS de los colegios cercanos decidiesen el uso de este solar. Guiados por Zuloark, un colectivo de arquitectos y diseñadores vinculado al organismo, se proyectó un nuevo espacio de recreo y convivencia. 

A la sombra de la muralla

Desde 2017 su uso principal es el de zona de recreo para pequeños y mayores. Con una fuente, arenero, bancos y plantas traídas del vivero municipal, esta superficie de 740 metros cuadrados se rige por las normas de convivencia establecidas por los niños del barrio. 

Calle del Almendro Madrid

Los niños juegan en el espacio que antes ocupaba la muralla. Pasado y futuro conviven armónicamente en una calle que ha pasado, por méritos propios, a formar parte de la leyenda viva de Madrid. 

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