La Carrera de San Francisco tiene mucho que ofrecer a quien decide recorrerla con los cinco sentidos bien despiertos, disfrutando de sus increíbles edificios históricos y el ambiente que siempre se respira en este rincón de Madrid.
Situada en el barrio de La Latina, la Carrera de San Francisco une la plaza de la Puerta de Moros y la Plaza de San Francisco. Su origen se remonta al arrabal que se formó en torno al convento franciscano fundado en el siglo XIII. Desde hace casi cinco siglos la calle se llama así, lo que parece increíble a tenor de lo que ha cambiado con el paso del tiempo. Cuesta pensar cómo era esta calle hace siglos, tan distinta a como es ahora. Tendremos que echar mano a las crónicas y a nuestra imaginación.

Primeras viviendas
Las primeras casas de las que hay constancia que estuvieran en la Carrera de San Francisco se remontan a 1622. En la última casa de los números impares vivió la beata Clara, un curioso personaje perteneciente a la corte de Carlos IV, que fue acusada de bruja y desterrada de la capital.
Años más tarde, en el reinado de Carlos V, la calle estaba ocupada por fábricas de curtidos, que después se trasladaron a la zona del Rastro, dejando la calle libre a la construcción de edificios de más solera. A finales del siglo XVI fue instalado, en los números 1 y 3, el Colegio de San Ildefonso. Permaneció aquí hasta que en 1883 tuvo que desalojarse por su estado ruinoso. En el número 2, haciendo esquina con la Puerta de Moros, se levantó el palacio del Duque del Infantado, construido en la segunda mitad del siglo XVIII.

En el número 9 se podía encontrar antaño un almacén de organillos. En este local, que hacía esquina a la calle de las Aguas, tuvo su taller el músico Antonio Apruzzese, hijo del luthier Luis Apruzzese. Fue este músico quien, según cuenta la tradición, introdujo el organillo en Madrid.
En una misma casa
En el plano de Texeira se puede observar que la vía conserva el mismo trazo que tenía a mediados del siglo XVII, aunque todo lo demás ha cambiado. Lo que era un barrio de ambiente rural, con casas bajas rodeadas de corrales y huertas, fue transformándose en nuevos edificios con más altura. Fue el lugar escogido por pequeños industriales, artesanos y comerciantes para vivir. Y era común que muchos de ellos convivieran en un mismo edificio.
Mesonero Romanos, en su artículo La Casa por Dentro, de sus Escenas Matritenses, hace alusión a la vecindad: “Tenía dos tiendas y en ellas vivían un sombrero y un ebanista; el zapatero del portal dormía en un chiribitil de la escalera. Un diestro de esgrima, en el entresuelo; un empleado y un comerciante, en los principales. Un maestro de escuela y un sastre, en los segundos. Un ama de huéspedes, una modista y una planchadora, en los terceros. Un músico de regimiento, un grabador, un traductor de comedias. Dos viudas ocupaban las buhardillas y hasta en un desvancillo que caía sobre éstas había encontrado su asiento un matemático”.
Plaza de San Francisco
La plaza de San Francisco, donde desemboca la carrera de San Francisco, fue conocida antiguamente como Campillo de San Francisco. En esta plaza confluyen la calle de Buenaventura, Bailén, la travesía de las Vistillas, la Carrera de San Francisco y la Gran Vía de San Francisco. Aparece en el plano de Texeira de 1656, aunque con ootro nombre. En el plano de Espinosa, sin embargo, ya lo observamos con la denominación de Campillo de San Francisco.

Si algo caracteriza a esta plaza es su imponente Basílica de San Francisco el Grande. Esta gran iglesia habría sido construida en el mismo lugar en que, según la leyenda, se levantó anteriormente una pequeña ermita. En 1761 se construyó la basílica, obra de Francisco Cabezas, Antonio Pló y Francisco Sabatini. La iglesia quedaría terminada en 1794. Para distinguirla de otra iglesia con el mismo nombre en la carrera de San Jerónimo, se la empezó a llamar con el sobrenombre de “Grande”. Si estás por la zona, no dejes de entrar a este templo. De estilo neoclásico, con lienzos de Goya y Zurbarán en su interio. Su impresionante cúpula, es la más grande de España y la cuarta de mayor tamaño de Europa.
A finales del siglo XIX, en el número 2 de la plaza, se encontraba una casa de caridad para ayudar a sirvientas desocupadas. Haciendo un salto al presente, hoy en la plaza también se puede encontrar la Capilla del Cristo de los Dolores, de la Venerable Orden Tercera de San Francisco, y el Colegio Arzobispal de Madrid.