El Viaducto de Madrid es una de las obras de ingeniería civil más importante de la capital. Su historia, que comienza en 1874, ha estado rodeada siempre de una aureola de misterio.
Muchos lo conocen como el Viaducto de Segovia y otros como el de Bailén. Para muchos madrileños esta enorme obra de ingeniería civil situada en el barrio de La Latina es simplemente ‘el Viaducto’ de Madrid. Fue construido para comunicar la iglesia de San Francisco el Grande con el Palacio Real uniéndolos por la calle Bailén. Así se evitó el gran desnivel de la calle Segovia, lo que se logró levantándolo a 23 metros del suelo. Es fácil imaginar cómo en 1874, año de su inauguración, era visible desde diferentes puntos de Madrid por su gran altura.

Su leyenda negra comenzó cuando antes de ser inaugurado fue testigo del traslado de los restos mortales de Calderón de la Barca desde San Francisco el Grande hasta la sacramental de San Nicolás. Una inauguración simbólica con el paso de la carroza fúnebre que no propiciaba un futuro halagüeño.
Oleada de suicidios
Cuentan que una semana después de su inauguración se produjo el primer suicidio. El segundo llegó solo ocho días después de que fuera abierto al público. Desde entonces, la crónica negra no dejó de hacerse de eco del recuento de casos de personas que decidían acabar con su vida saltando desde lo alto de la construcción.
El cronista Pedro de Répide, que firmaba como ‘El ciego de Las Vistillas’, narró cómo en 1875 una joven, perteneciente a una familia acomodada, decide saltar al vacío. El motivo, el no poder contraer matrimonio con un hombre de clase baja, trabajador humilde de Carabanchel.

La muchacha saltó, pero su gran falda, revestida de ballenas o arcos de acero, amortiguó la caída ejerciendo de paracaídas. Hay quien dice que quedó enganchada a un árbol y eso frenó la caída. El caso es que la joven solo se rompió un tobillo cuando aterrizó sobre los adoquines de la calle Segovia. Sus padres, arrepentidos, la dejaron casarse con su gran amor. También cuentan las crónicas que murió al cabo de unos años, en su decimocuarto parto.
Primeras medidas
Ante la oleada de personas suicidas el Ayuntamiento comenzó a tomar medidas. Primero fue la orden de colocar diez faroles en los 130 metros de longitud de la construcción, pero sirvieron de poco, ya que los guardias nunca llegaban a tiempo de evitar los saltos. Los periódicos de la época, en tono satírico, contaban que las farolas tan solo servían para que ‘los suicidas fueran al otro mundo mejor alumbrados’. Poco después se decidió elevar la barandilla, pero esta medida solo provocó que muchos osados, animados por el alcohol, intentaran saltarla con terribles consecuencias.

La leyenda del Viaducto está llena de personas que decidieron quitarse la vida y arrastraron consigo a quienes trataban de impedírselo. También están documentados homicidios nocturnos, desgraciados atropellos y curas que llegaban corriendo a dar la extremaunción a quienes estaban a punto de saltar al vacío. A finales del siglo XIX por cada suicidio aparecía pintada una cruz negra en uno de los pilares del viaducto, sin que la policía lograra averiguar nunca su auditoría.

La historia más reciente
Quizá fuera por esta fama oscura que rodeaba el lugar cuando en 1976 el Viaducto fue cerrado al tráfico al detectarse un peligroso agujero. Finalmente, y tras invertir 78 millones de pesetas en las obras de reconstrucción, volvió a abrirse dos años más tarde, previa prueba de que era capaz de soportar el peso de 12 camiones de 38 toneladas.

Durante los años 90 se dejó de dar cifras sobre las personas que se quitaban la vida cada mes en el viaducto. Pero eran tan elevadas que el entonces alcalde, José María Álvarez del Manzano, decidió blindarlo colocando 150 antiestéticas pantallas de metacrilato de 1,90 metros de altura, que no pudieron evitar una de las últimas muertes. En el rodaje de la película ‘Canícula’, un especialista tuvo un accidente mortal. La cuerda que tenía que sujetarle para simular un suicidio era más larga de lo esperado. Unas irregularidades que llevaron a la jueza a imputar a cuatro personas del equipo.
Hoy en día, el Viaducto ya no aparece como protagonista en las páginas de sucesos. Su leyenda negra aún permanece en la memoria colectiva de una ciudad que, sin embargo, sigue mirándolo embelesada como parte de su paisaje urbano.