La Plaza de Cascorro a lo largo de la historia ha tenido varios nombres. Bulliciosa y alegre, sobre todo los días de Rastro, esta presidida por la estatua de Eloy Gonzalo, héroe de la guerra de Cuba
La plaza de Cascorro, en el madrileño barrio de La Latina, es una auténtica encrucijada de caminos que da salida a nueve calles: la de Estudios, Duque de Alba, Juanelo. Embajadores, Maldonadas, San Millán, Ruda, Amazonas y Ribera de Curtidores. Esta última se deja caer hasta la Ronda de Atocha y es sin duda la columna vertebral del mercado del Rastro.

Esta plaza llena de historia fue pintada por Francisco de Goya en cartones como ‘La cometa’, ‘El cacharrero’ o ‘El ciego de la guitarra’. Ramón de la Cruz la describe en sus famosos sainetes. En la Edad Media se llamaba oficialmente Plazuela del Duque de Alba, aunque todo el mundo la conocía la Plaza del Rastro. Por aquí pasaban los animales sacrificados en los mataderos de la zona, dejando un rastro o huella visible en el suelo, de ahí su nombre.
Eloy Gonzalo
Muchos piensan que el soldado que domina la plaza, donde antes estaba la Cruz del Rastro, tenía por nombre Cascorro. Lo cierto es que se llamaba Eloy Gonzalo y fue un héroe de Guerra de Cuba de finales del siglo XIX.

Cascorro es un pequeño pueblo cubano, a 60 kilómetros de La Habana. Allí fue donde Ely Gonzalo se convirtió en héroe. El soldado nació a finales de 1868, en una España llena de miseria. Su madre le abandonó en la inclusa de la calle Mesón de Paredes, con una nota en la que tan solo se citaba su nombre. Fue adoptado por Francisco Díaz, un guardia civil, y Braulia, su mujer, pero pronto perdió también a sus padres adoptivos. A continuación fue adoptado por otra familia con la que estuvo hasta los 21 años, cuando se enroló en el ejército, donde llegó a ser cabo.

La vida de Eloy Gonzalo dio un vuelco el día que se amenazó a un teniente, cuando descubrió que andaba en amoríos con su novia. Un consejo de guerra le condenó a 12 años de prisión por insubordinación. Sin embargo, pudo abandonar la cárcel para luchar en la Guerra de Cuba gracias a que el Gobierno prometió un indulto a los prisioneros militares que se alistaran como voluntarios. Por entonces, la guerra ya se considera casi perdida por la beligerancia de los rebeldes isleños y las enfermedades endémicas propias de Cuba.

Una hazaña patriótica
Eloy Gonzalo recaló en Cuba en 1896, en el Regimiento de Infantería de María Cristina nº 63. La situación en ese momento no era muy halagüeña para los soldados que luchaban contra los insurgentesen el pueblo de Cascorro. Las únicas opciones que se contemplaban eran rendirse o quemar el fortín de madera donde estaban parapetados los isleños, mucho más numerosos.
Eloy Gonzalo se ofreció como voluntario para llevar a cabo esta suicida misión. Lo único que pidió es que rodearan su cuerpo con una soga para que, si moría, se pudiera recuperar su cuerpo y darle cristiana sepultura. No fue necesario. Armado con un rifle y un bidón de gasolina, tal y como se le representa en la estatua, Eloy consiguió su propósito.

En España, el soldado fue considera de inmediato un héroe. Se le otorgó la Cruz al Mérito Militar y se ganó las simpatías del pueblo madrileño. Sin embargo, nueve meses después moría en el hospital de Matanzas, probablemente de disentería o fiebres palúdicas. Su cadáver fue repatriado a España, llegando a Santander en diciembre de 1898. Fue enterrado en el cementerio de La Almudena, como era su deseo, en un lugar de homenaje a los caídos en Cubas y Filipinas.
Los madrileños deciden el nombre
En 1901 se inauguró una estatua en su honor por el rey Alfonso XIII. La obra, realizada en bronce, piedra y mármol rosado, fue esculpida en bronce por Aniceto Marinas. El pedestal corrió a cargo de José López Sallasberry. Poco importó a los madrileños que la plaza donde se situó su estatua se llamara oficialmente Nicolás Salmerón. Inmediatamente comenzaron a referirse a ella como Plaza de Cascorro, lo que obligó al Ayuntamiento a cambiarla de nombre en 1913.

Hoy en día son muchas las personas que recorren la plaza, especialmente los domingos, día del Rastro. Yendo en busca de gangas, se encuentran con la mirada de Eloy Gonzalo, héroe de una guerra que hoy ya queda muy lejana. El nombre del personaje y el lugar donde hizo su hazaña se han fundido irremediablemente. Y mientras, alrededor de la estatua, el bullicio continua, inalterable al paso de los siglos.