Paseando por el barrio de La Latina, en pleno Madrid de los Austrias, encontramos un lugar con un sabor especial. Se trata del Pasadizo del Panecillo, una vía pública de uso privado por la que los madrileños nos vemos privados de pasear.
El pasadizo del Panecillo, situado en el barrio de La Latina, transcurre de la Plaza del Conde de Barajas a la Calle de San Justo. Es un calle estrecha en forma de escuadra. La conforman tres edificios de gran valor histórico. La Basílica de San Miguel, que es la Nunciatura Apostólica (Embajada de la Santa Sede en España.) La Casa Palacio del Conde de Miranda y el Palacio Arzobispal, residencia del arzobispo y de los cardenales de la Archidiócesis de Madrid.

El origen de su nombre
El Palacio Arzobispal es un edifico grande que abarca el principio de la calle de San Justo y gran parte de la de la Pasa. Una tradición instaurada en el siglo XVIII por el Cardenal-Infante Luis Alfonso de Borbón y Farnesio es el motivo que da nombre a estas dos calles.
En el siglo XVIII el número de habitantes de Madrid se duplica con respecto al siglo anterior. La ciudad no está preparada para absorber este aumento de población. Esto da lugar a que surjan muchas desigualdades entre clases sociales y aumentan la miseria y la pobreza. Crecen considerablemente el número de mendigos y vagabundos.
Para ayudar a paliar el hambre de las clases más desfavorecidas, a través de las ventanas del Palacio Arzobispal, como limosna se empezó a repartir un poco de comida. La única condición que se les ponía, es que hubiesen asistido anteriormente a misa.

Por las ventanas que daban al pasadizo de San Justo se ofrecía un panecillo y por las de la actual calle de la Pasa, un pequeño puñado de este fruto. Esta tradición hace que ambas calles fueran bautizadas con los nombres con las que se conocen en la actualidad.
En el primer plano de la ciudad publicado en 1656 por Pedro Teixeira, el actual Pasadizo del Panecillo aparece como Pasadizo de San Justo. El actual espacio que ocupa la calle de la Pasa aparece sin nombrar.

Un lugar conflictivo
El hecho de que a través de las ventanas del palacio se pudiera conseguir algo de comida para saciar el hambre, provocó que se dieran cita gran cantidad de ciudadanos de las clases más desfavorecidas.
La explanada que conforman la actual Plaza del Conde de Barajas y la calle de la Pasa, al ser un sitio abierto y fácil de vigilar no resultaba tan problemática. Sin embargo la estrechez del Pasadizo de San Justo y la forma de su trazado lo convirtió en un lugar muy conflictivo.
Los robos y reyertas eran frecuentes. La gente se peleaba por el botín conseguido a través de las ventanas. Con el paso del tiempo, lejos de mejorar, los problemas se fueron agravando. Ya no solo afectaban al Pasadizo, ya que la inseguridad se extendió por otras calles del barrio.

El cierre del Pasadizo
Ante la dificultad de las autoridades para mantener el orden, en 1829 el Ayuntamiento de Madrid decide cerrarlo. Se colocan dos verjas, una cada lado del pasadizo que impiden el acceso. Estas verjas son las mismas que vemos en la actualidad.
Con esta medida se pone fin a los problemas de orden público y a medio siglo de tradición que de esta curiosa forma ayudó a combatir la hambruna que en aquella época sufría gran parte de la población.
Sigue cerrado a los madrileños
En aquel momento seguramente estaba más que justificado su cierre. Pero, ¿por qué en la actualidad seguimos sin poder disfrutar de él? No hay un ningún motivo para que los madrileños nos veamos privados de este rincón de la ciudad.

No se sabe cuál es la razón de que el Pasadizo del Panecillo sigua cerrado. Es un claro ejemplo de que, con el paso del tiempo, si no se hace nada, las cosas van adquiriendo cierto atisbo de legalidad. El simple detalle de que las llaves de las verjas no las tenga el Ayuntamiento, sino la Iglesia, es un ejemplo más en este sentido.
El Ayuntamiento de Madrid concedió al pasadizo un vado permanente. Este hecho legaliza moralmente aún más el uso privado de este espacio. En la actualidad en el interior se encuentra el acceso a una veintena de apartamentos de uso turístico de lujo que además cuenta con su propio garaje.
¿Qué esconde el Pasadizo?
Aunque las verjas dejan ver parte del interior del Pasadizo, otra queda oculta a los ojos del visitante. En ese espacio se encuentra una antigua fuente de piedra custodiada por dos altos y centenarios cipreses.

Además, en esta parte oculta se encuentra la entrada más artística que da acceso al Palacio Arzobispal.
Esperamos que este privilegio se termine y vuelva a ser una vía pública por la que poder pasear. El Pasadizo del Panecillo debe volver a ser un lugar de acceso libre que deje a los madrileños disfrutar de rincón con tanto encanto del barrio de La Latina.