La Latina acoge algunas de tabernas centenarias de la capital. Todas ellas ofrecen el poso de más de un siglo de tradiciones, pero con un guiño cómplice a los nuevos tiempos. Si quieres tomar algo en un lugar con solera, no dejes de visitarlas.
Las tabernas centenarias tienen un encanto que atrapa a todos los visitantes que acuden a ellas buscando, ante todo, historia y tradición. En el barrio de La Latina saben mucho de establecimientos con solera.
Desgraciadamente en los dos últimos años, que tanto han castigado, algunas han bajado el cierre definitivamente. Es el caso de la Botillería de Maxi, en el número 4 de la Cava Alta. Echaremos de menos sus platos de callos, sus vinos y el ambiente tan agradable de esta taberna.

Las tabernas centenarias rezuman historia por los cuatro costados. Esas en las que el cliente es habitual y casi uno más de la familia. Entre las que llevan abiertas más de cien años en La Latina destacamos tres.
Bodegas Ricla
En la calle Cuchilleros número 6, abrió sus puertas en 1867 una pequeña bodega a la que sus dueños le pusieron el nombre de su pueblo en Aragón. Se trata de uno de los locales más castizos y auténticos de la capital. Un comercio que ha sabido mantener su esencia como elemento diferenciador frente a aquellos que estandarizan su imagen.

Desde su inauguración, los vecinos acudían al local para tomar un delicioso vermú, que podían llevarse a casa porque se vendía a granel, o un chato de vino. En la Guerra Civil, la cueva, en la que se guardaban las tinajas de vino, era utilizada como improvisado refugio antibombas. Hoy podemos comer callos a la madrileña, entre otras exquisiteces. El local sigue conservando su estética de tasca, combinando azulejos, hierro forjado, viejas fotografías, botas de vino y carpintería en madera. Todo en apenas 30 metros cuadrados que hacen que, si alguien quiere ir al baño, tenga que agacharse y pasar por debajo de la barra.

Taberna Oliveros
Junto al Rastro, en el número 4 de la calle San Millán, se encuentra la Taberna Oliveros, que abrió sus puertas nada menos que en 1857. Decorada con azulejos en rojo y azul con motivos geométricos, antiguos espejos y cuadros castizos, el local está especializado en cocido madrileño.
La taberna, aunque tuvo otros nombres, hoy lleva con orgullo el apellido de su fundador, quien tuvo la idea de adornar su fachada con azulejos del ceramista Fidel Blanco. Un eslogan llamaba la atención de la gente: “Para comer bien y barato, San Millán 4”. Junto a él aparecía un orondo cocinero cortando jamón. El cartel tuvo que ser tapado en la postguerra para no enfadar a los madrileños en una época en la que había escasez de alimentos.

A lo largo de su existencia la taberna ha sido frecuentada por gente del mundo del toro, de la cultura y de las artes. Hoy la visitan sus clientes fieles y curiosos acuden buscando el sabor de antaño en un negocio a medio camino entre bar de tapas, casa de comidas y restaurante familiar.
Casa Gerardo
Casa Gerardo, situada en el número 21 de la calle Calatrava, es una de esas tabernas de toda la vida que continúa siendo un emblema para el barrio. Uno de esos establecimientos con historia y encanto, que casi no han cambiado con el paso de los años, y ni falta que le hace.
Tomarse algo en esta taberna es tener la oportunidad de observar las grandes tinajas de barro rojizoque servían antaño el vino a granel, cuando la taberna abrió como almacén de vinos en 1920.

Hoy en día, un vermú del grifo o una cerveza bien tirada no puede faltar en la barra. Y como acompañamiento, ya sentados en una de las mesas del local, una tapa, un queso artesano o alguna de las tostas que en esta taberna centenaria preparan con esmero. Todo sabe aún mejor entre azulejos de época y ventiladores de aspas.