Todas las calles de Madrid tienen su propia historia. Algunas huelen a naranjos, otras a asfalto mojado tras una tormenta de junio. Y hay calles en las que cada piedra parece susurrar sobre el pasado. La calle de Toledo es una de ellas. Allí, en el número 83, se encontraba el Teatro Novedades. Hoy en día, este lugar es conocido no solo por sus rutas gastronómicas y sus ruidosas noches, sino también por una tragedia que quedó grabada para siempre en la memoria de la ciudad.
Este edificio fue en su día un cuartel de caballería, luego un circo y más tarde se convirtió en un teatro con capacidad para casi dos mil personas. Su inauguración en 1857 estuvo acompañada por la visita de la reina Isabel II, una ocasión excepcional en la que la corona apoyó las artes de forma tan abierta.
Una noche que la ciudad nunca olvidó
El 13 de septiembre de 1928 comenzó como una noche cualquiera. El teatro estaba lleno, el público listo para reírse con la farsa andaluza. El escenario estaba decorado con mucho cariño: una goleta en el río, guirnaldas, faroles… Y entonces se produjo el destello, el fuego, el pánico.
Un simple cortocircuito y la sala, revestida de madera, se convirtió en una trampa mortal. Los que estaban sentados cerca de la salida lograron saltar. Los que estaban arriba, en el anfiteatro, quedaron aislados por una estrecha escalera. Un momento después, la escalera estaba llena de cuerpos. Algunos saltaban, otros intentaban abrirse paso entre la multitud.
Qué ocurrió:
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El incendio se produjo debido al mal funcionamiento de una linterna en el escenario.
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Las llamas envolvieron instantáneamente el decorado y el telón.
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Los actores y parte del público lograron evacuar, pero el anfiteatro se convirtió en una trampa mortal.
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Murieron 80 personas y más de 200 resultaron heridas.
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Algunos murieron asfixiados, otros al caer desde una altura.
Los rumores se extendieron por la ciudad más rápido que las noticias. Decían que se habían utilizado cuchillos en la estampida, que habían luchado para salir con vida. La oficina del forense no lo confirmó, pero cuando una ciudad está de luto, la verdad se pierde entre el ruido.
La solidaridad es más fuerte que el fuego
Mientras el humo se elevaba sobre La Latina, los vecinos fueron los primeros en acudir en ayuda. Pronto llegaron los bomberos, la Cruz Roja y los soldados. Pero el edificio ya estaba envuelto en llamas.
A la mañana siguiente, toda la ciudad sabía que había ocurrido lo irreparable. Las compañías de teatro recaudaron dinero para ayudar a las víctimas, los periódicos publicaron listas de víctimas, la gente hacía cola para donar ropa y comida. Fue un momento en el que Madrid volvió a demostrar que podía estar unida.
Una sombra del pasado
Casi cien años después, la tragedia sigue presente. Una placa conmemorativa en el ayuntamiento recuerda a las víctimas. Pero el verdadero recuerdo está en las historias. En las historias que se transmiten de abuelas a nietos, en la mirada fugaz de un transeúnte en la calle de Toledo.
A veces parece que Madrid es una ciudad que puede olvidarlo todo. Pero si te adentras en el silencio de La Latina a primera hora de la mañana, oirás ese susurro. La historia no es solo lo que está marcado en los mapas turísticos. También son los acontecimientos que viven en nosotros, aunque no los hayamos vivido.
¿Quieres conocer más historias de Madrid que no aparecen en los folletos turísticos? En el próximo número, una historia sobre las misteriosas mazmorras que se esconden bajo el Palacio Real. No digas que no te hemos avisado.